Crítica de 'Afternoons of Solitude': Un viaje incómodo a las entrañas del toreo

Análisis Crítica de 'Afternoons of Solitude': Un viaje incómodo a las entrañas del toreo

Nota

8/10

Una introducción impactante

Desde el primer momento, 'Afternoons of Solitude' de Albert Serra me atrapó con su poderoso inicio: un primer plano de un majestuoso toro, cuyos ojos parecen perderse en el abismo oscuro de su cabeza. Este enigmático encuentro nos prepara mentalmente para la intensa exploración que nos espera, resaltando la dignidad y tragedia de estos magníficos animales, antes de su inevitable destino.

Encuentro con el matador

El enfoque de la película pronto se desplaza hacia el famoso torero peruano Andrés Roca Rey. Serra opta por una aproximación observacional, dejando al espectador sacar sus propias conclusiones sobre la controvertida tradición de la tauromaquia. Es fascinante ver cómo el director utiliza la ausencia de comentarios y entrevistas para permitirnos conectar emocionalmente con lo que vemos, observando a Roca Rey tanto dentro como fuera del ruedo.

La contradicción del espectáculo

'Afternoons of Solitude' no celebra la tauromaquia, sino que la examina con una mirada irónica y crítica. La película destaca tanto la majestuosidad coreográfica de los toreros y sus atuendos brillantes, como la absurda veneración y la brutalidad del acto en sí. La presentación sin filtros de la violencia y el sufrimiento de los animales hace que el espectador se sienta incómodo y reflexivo.

Una visión de la soledad

A lo largo de más de dos horas, la película alterna entre tres escenarios principales: las bulliciosas plazas de toros, el coche donde Roca Rey viaja acompañado de su corte de seguidores aduladores, y las lujosas habitaciones de hotel donde se prepara y recupera. Sin embargo, Serra no muestra interés en explorar la vida personal de Roca Rey, dejándolo como una figura distante y enigmática.

La realidad detrás del glamour

La película no evita mostrar la cruda realidad de la tauromaquia. Las tomas cerradas de Serra y su director de fotografía, Artur Tort Pujol, enfatizan la destrucción física y el dolor de los toros, eliminando del encuadre a la multitud para hacernos sentir aún más solos en nuestra observación. Al final, la imagen de los toros heridos, arrastrados a su muerte, se queda grabada en la memoria, en agudo contraste con la ostentosa celebración de los toreros.

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