Expectativas y realidad
Con gran entusiasmo esperaba la llegada de 'El color púrpura' dirigida por Blitz Bazawule, ilusionado por cómo esta nueva versión musical de la novela de Alice Walker se desplegaría en pantalla. La anterior adaptación de Spielberg, un referente poderoso, dejó una marca imborrable. Sin embargo, este nuevo intento, pese a su única nominación a los Óscar para Danielle Brooks, no logra el impacto esperado y se diluye ante su ambiciosa misión de combinar la película original, la obra teatral y el espíritu del libro.
Dramatismo y equilibrio musical
Bazawule ha optado por atenuar el tenor dramático de su antecesora y confiar en el poder de la música como conducto de las emociones. Las canciones, destinadas a ser el corazón palpitante de la trama, en ocasiones elevan las escenas, pero otras veces precipitan la caída de una narrativa que busca ser demasiado y no logra definir sus fortalezas. La ejecución tiembla bajo el peso de sus pretensiones y hace extrañar el pegamento narrativo que, en la versión de Spielberg, daba cohesión y profundidad a la historia.
Interpretaciones y memorables instantes
No puedo obviar que el reparto desempeña su labor con solvencia y que hay momentos en que se percibe un brillo que, lamentablemente, queda opacado por las inconsistencias del guion y las erráticas decisiones creativas que afectan la conexión emocional con el espectador. A pesar de algunos detalles que superan la entrega de Spielberg, como la evolución del personaje de Mister, el conjunto se ve afectado por escenas de dudosa coherencia y una exploración tímida de las relaciones entre personajes fundamentales.