Introducción a la oscuridad
Desde mis primeros momentos ante 'El reino del planeta de los simios', quedé cautivado por la poética descripción de un telescopio como 'El tubo que se traga la luz'. La franquicia que ha sabido renovarse con cada entrega nos lleva, esta vez, a un viaje no hacia la promesa de una Tierra Prometida, sino a un descenso hacia la desconfianza y la oscuridad, un reflejo del propio cineasta Wes Ball, quien reviste este nuevo capítulo con atmósferas opresivas que recuerdan a su trabajo anterior en 'El corredor del laberinto'.
Un western posapocalíptico
La película se desarrolla como un western contemporáneo. Ball nos guía a través de un paisaje donde la supervivencia prima sobre la moral, y las decisiones se toman al borde del precipicio. En este sentido, 'El reino del planeta de los simios', me pareció más que un relato de venganza, un espejo del pesimismo humano ante la traición y el futuro. La construcción de personajes como Proximus rompe con la unidimensionalidad, mostrándonos un líder errado en sus métodos pero comprensible en sus intenciones.
Un final sin esperanza
El clímax cinemático se concentra en la lucha de un reino contra las olas del mar, una metáfora que señala el incierto futuro de simios y humanos. La película flirtea con la nostalgia con su sutil alusión a la película original de 1968 y su banda sonora, pero permanece firme en su convicción de que no habrá un final feliz para ninguno de los dos mundos en conflicto.
Conclusiones
Personalmente, 'El reino del planeta de los simios' me sumergió en una experiencia cinematográfica increíble, convirtiéndose en más que un simple acto de entretenimiento. Fue un viaje al corazón de la conflictiva psique simia y humana. A pesar de las inevitables comparaciones con el trabajo previo de Matt Reeves, Wes Ball y su guionista Josh Friedman han proporcionado una riqueza visual y temática que perdurará. En definitiva, una obra digna de la saga.