Expectativas y realidades
Como aficionado al cine de acción y seguidor de la saga Mad Max, acudí al estreno de ‘Furiosa’ con una mezcla de expectativa y reverencia por la huella que 'Mad Max: Fury Road' dejó en mí. George Miller regresa a la dirección, prometiendo una vez más desafiar los límites del cine mainstream. Sin embargo, a lo largo de sus dos horas y veinte minutos, ‘Furiosa’ se sintió como una montaña rusa de aciertos y desatinos. A pesar de contar con una protagonista magnética, Anya Taylor-Joy, y momentos estéticamente impresionantes que evocaban a los westerns de Sergio Leone, la película se vio ensombrecida por un abuso de CGI que parecía alejarse de la tangible brutalidad de su antecesora.
Un homenaje que desluce
El filme, dividido en cinco capítulos, tuvo destellos de genialidad particularmente en su prólogo, pero también sufrió de tramos expositivos tediosos. Lo que debería haber sido un homenaje a 'Mad Max 2' terminó sintiéndose como una adaptación de videojuego que restó credibilidad al conjunto. La narrativa, aunque por momentos cargada de cinemática pura, perdió épica al repetir ciertos planos icónicos de 'Mad Max: Fury Road' en un entorno que parecía implícitamente artificial y desprovisto de la crudeza que definió a la serie.
Conclusiones
Pese a su ambición y a las secuencias memorables que mantienen viva la llama de la estética de Miller, ‘Furiosa’ me deparó una experiencia agridulce. La película tuvo que luchar contra la larga sombra de ‘Mad Max: Fury Road’, intentando equilibrar su espíritu innovador con la tecnología contemporánea, pero sin alcanzar la misma cohesión visual ni narrativa. Aunque sigo apreciando la intención de llevar obras distintas a la pantalla grande, reflexiono sobre si este deseo justifica una ejecución que, por momentos, cae en la redundancia de los clichés que busca evitar. Como fanático, añoro la Mad Max tridimensional y palpable, y como crítico, deseo que 'Furiosa' hubiera encontrado un mejor equilibrio entre su legado y su ambición.