Introducción a un drama psicológico
Desde el momento en que supe que Pablo Larraín dirigiría 'María Callas', la expectativa fue alta. Angelina Jolie, con su presencia magnética, parecía una elección perfecta para encarnar a la legendaria soprano. En esta película, transmitida por plataforma, Larraín continúa su viaje por la vida de mujeres emblemáticas, abordando esta vez el ocaso de una diva que teme enfrentar su decadencia.
Un enfoque diferente al biopic tradicional
'María Callas' se desmarca de los biopics convencionales. Al igual que en 'Jackie' y 'Spencer', Larraín opta por enfocarse en los momentos más críticos de la vida de sus protagonistas, en lugar de seguir una narrativa lineal. Es en estos momentos de autoengaño y desesperación donde la película nos ofrece sus mayores virtudes, pintando a Callas como una figura trágica pero profundamente humana.
El desafío de un guion ambicioso
Sin embargo, el guion, escrito por Steven Knight, es el talón de Aquiles de esta producción. El intento por dotar de clasicismo y grandilocuencia a cada diálogo muchas veces se siente forzado, creando un distanciamiento con lo que debería ser un relato genuino. Por momentos, los pasajes sobre su relación con Aristóteles Onassis a través de flashbacks ralentizan la narrativa y restan fuerza a la introspección del personaje principal.
Angelina Jolie: Una actuación que brilla
A pesar de las limitaciones del guion, Angelina Jolie entrega una actuación digna de elogio. Su interpretación de María Callas capta con sensibilidad el dolor y la vulnerabilidad de la artista luchando por mantener su relevancia en un mundo que la ha dejado atrás. Jolie encarna con maestría la dualidad de ser aún una figura imponente en privado, mientras que en público se convierte en un vestigio de épocas doradas.
Una puesta en escena cautivadora
La película brilla con una cinematografía exquisita. Cada plano está pensado para realzar la belleza y la tragedia de Callas. El uso de luces, sombras y encuadres únicos logra transformar cada escena en un cuadro que merece contemplación. Larraín muestra un dominio de la puesta en escena, aunque a veces las decisiones narrativas que acompañan la imagen no alcancen el mismo nivel de excelencia.