Una reinterpretación visualmente impactante
Al sumergirme en 'Nosferatu', dirigida por Robert Eggers, no pude evitar quedarme impresionado por su propuesta visual. Las composiciones que Eggers ofrece rivalizan con las grandes pinturas flamencas, lo que resulta en una experiencia cinematográfica visualmente asombrosa. Sin embargo, a pesar de ser fiel al filme mudo de 1922 de F.W. Murnau, esta versión parece carecer de aquella chispa que caracterizó al original. Conocido por su estilo meticuloso y detallista, Eggers presenta cada escena como una obra de arte en sí misma, pero a menudo se siente que la atención al detalle se realiza en detrimento de la narrativa principal.
Las interpretaciones y el guion: Puntos débiles
En esta ocasión, el elenco no logra brillar como debería. Lily-Rose Depp, en el papel de la trágica Ellen, parece quedar atrapada entre un diálogo pretencioso y un ritmo aletargado. A su vez, me fue difícil empatizar con los personajes debido a las actuaciones apagadas de Nicholas Hoult y la propia Depp, quienes no supieron transmitir la conexión que naturalmente debería existir entre sus personajes. Este distanciamiento es aún más palpable cuando consideramos cómo Eggers intenta embeber el guion con diálogos elaborados, que, en vez de enriquecer la trama, terminan por sobrecargarla.
El nuevo Orlok: Una reinvención fallida
El intento de Eggers por actualizar al icónico Conde Orlok se siente confuso. Interpretado por Bill Skarsgård, este Nosferatu adopta un aspecto menos intimidante que el del original Max Schreck, presentándose un tanto desaliñado y más mundano de lo que uno esperaría de un vampiro clásico. Mientras que las intenciones quizá eran captar a un público moderno con esta nueva visión, al prescindir de los elementos que hicieron de Orlok un personaje tan memorable, esta nueva adaptación del personaje pierde gran parte de su amenaza.