Reencuentro con el terror retro
Sting, araña asesina, es una de esas películas que desde el primer momento me transportó a las tardes de videoclub y a las sesiones nocturnas de películas de terror con amigos. Dirigida por Kiah Roache-Turner, conocido por sus trabajos en películas como Wyrmwood y Nekrotronic, esta cinta apuesta por una nostalgia pura evocando las películas de Serie B de los años ochenta. Desde el primer momento, supe que estaba ante una obra que mezcla el terror y el humor de aquella época, un homenaje que, como amante del género, agradezco profundamente.
Un escenario familiar pero único
La trama se desarrolla en un entorno urbano singular y lo suficientemente aislado como para permitir que la acción se desarrolle sin distracciones externas. En un contexto donde una familia excéntrica se convierte en el foco de atención, me encontré sumergido en una narrativa que mezcla astutamente el humor, el suspense y esos sustos que hacen que a uno se le ericen los pelos. Es fácil dejarse llevar por los guiños retro y los efectos bien logrados, los cuales me recordaron al cine de Joe Dante y Fred Dekker.
Protagonistas memorables y detalles destacables
Noni Hazlehurst, Jermaine Fowler, Alyla Browne y los demás miembros del reparto logran darle vida a un elenco que, aunque a veces peca de previsible, consigue captar la esencia cómica y familiar que la película pretende. Los personajes secundarios, en particular, me resultaron especialmente memorables, agregando una dosis extra de dinamismo a la narrativa. A pesar de su previsibilidad, la película mantiene un buen ritmo gracias a sus efectos especiales y a una duración que no se extiende más allá de lo necesario.