Una ventana hacia la crudeza y la belleza
Desde que inicié 'Yo Capitán', supe que estaba frente a una obra distinta al resto de películas sobre inmigración. La capacidad de Matteo Garrone para adentrarse en este drama con tanta sorpresa narrativa y estilística es alentadora. En esta película, no hay sermones moralistas, solo una ventana a una cruda y a la vez poética realidad de dos adolescentes en busca de un futuro, que sin duda alguna, cambia la percepción de cualquier espectador. Un cine que abandona los extremos para adentrarse en los matices.
Personajes construidos con esperanza
La forma en la que Garrone evita convertir a Seydou y Moussa en mártires unidimensionales y opta por darles personalidad y esperanza, es magistral. El director construye un relato con momentos de dolor mezclados con respiros de alegría y carcajadas, permitiendonos, como espectadores, mantener la fe en un futuro, aunque sepamos que puede ser imposible. Los protagonistas adquieren una dimensión expansiva, que nos lleva más allá de un simple drama, para convertirse en un espejo de nuestra propia humanidad.
La política del involucramiento pasivo
Lo más impresionante de 'Yo Capitán' es como, sin necesidad de buscar opinión o compasión, logra un involucramiento pasivo en el espectador. Matteo Garrone ofrece un relato que nos hace vivir la odisea de los protagonistas en primera persona, con una narración que no pretende ser un documento fidedigno del sufrimiento, sino más bien un viaje heroico manchado por la realidad y tocado por la fantasía.